CITA DEL DIA

lunes, 24 de noviembre de 2008

Energías renovables

No dejes que Greenpeace decida por ti

Greenpeace no está interesada en la verdad sino en la alarma social y las medidas que les permitan acercar nuestra sociedad a un mundo en el que los verdócratas de su cuerda planifiquen nuestras vidas.

Gabriel Calzada

El pasado jueves, la organización radical Greenpeace bloqueó durante horas la entrada a la central nuclear de Garoña para exigir su "cierre inmediato". En una de sus típicas y cada vez más impopulares acciones, los activistas de la organización colocaron un contenedor frente a la entrada y se encadenaron a la puerta de la central eléctrica.

No es la primera vez que Garoña se convierte en el objetivo del radicalismo verde. En septiembre de 2002, Ecologistas en Acción anunció que un grupo de ecologistas alemanes había descubierto un pez mutante en las inmediaciones de la central. Esto le sirvió al vocero de turno de la organización para afirmar que "la energía nuclear no es tan inocua como dicen y tiene una incidencia clara sobre el entorno". El suceso también les sirvió para exigir, como ahora hacen sus amigos de Greenpeace, el cierre de Garoña por "los peligros que conlleva su continuidad". El pez, que según estos declarados enemigos del libre mercado (en sus principios ideológicos "rechazan el modelo capitalista") "había sufrido reacciones mutagénicas a causa de la radiactividad de las aguas", nunca aparecería. Los propios ecolojetas fueron los encargados de reconocer que se trataba de una burda mentira. El episodio fue útil para que a la opinión pública le quedara bastante claro que si los críticos de la central eléctrica nuclear de Garoña tenían que inventarse tamaña trola para poner en duda su seguridad, la instalación debía estar en muy buenas condiciones.

Los dirigentes de Greenpeace tampoco le hacen ascos al uso de falsedades y las medias mentiras para lograr sus objetivos ideológicos. En el pasado, la organización simuló matanzas de crías de focas y ocultó informes que le venían mal en su campaña contra el desmonte de una plataforma petrolífera de Shell en el Mar del Norte. Yo mismo he sido testigo en vivo y en directo de las mentiras de su director ejecutivo, López Uralde, sobre la disminución del bosque en España (que no disminuye sino aumenta). Ahora, en la campaña en la que se enmarca el bloqueo de Garoña, estos exaltados exigen "sustituir de forma gradual la energía nuclear en España por energías seguras, limpias y menos costosas". Sin embargo, lo cierto es que es imposible encontrar una energía menos costosa y limpia que la que se obtendría de ampliar 10 o 20 años la vida de Garoña. El megavatio que resulta de alargar la vida de estas centrales nucleares se sitúa en torno a los 15 céntimos, un coste sin rival en el mercado. Además, estas centrales son "limpias" en el sentido, que tanto nos han machacado ellos mismos, de que no emiten CO2; causante de lo que ellos decían considerar el "mayor problema al que se enfrenta la humanidad". Por último, digan lo que digan estos activistas, la central de Garoña ha pasado este año cuatro inspecciones internacionales que avalan su seguridad.

Para tratar de llevarse el gato al agua, el lobby ecologista afirma que podemos prescindir de la electricidad de Garoña porque el incremento de la producción renovable del año 2007 fue del doble que lo que esta central produce. ¿Y qué? La Agencia Internacional de la Energía advierte que nuestro país se enfrentará a un cuello de botella energético hacia 2015 si no hacemos algo para remediarlo. Además, a los ecologistas se les olvida comentar que las renovables son tan ineficientes que para poder crecer tuvieron que obtener en 2007 2.600 millones de euros en primas al precio, lo que permitió a unos pocos ricachones forrarse injustamente a costa del los ciudadanos de a pie. Las ayudas al precio de sus improductivas tecnologías han alcanzado este año la friolera de 3.000 millones de euros. Este proceso redistribuidor de rentas desde el ciudadano medio a unos pocos enchufados está poniendo en jaque a todo el sistema eléctrico por culpa del déficit tarifario que genera.

De todo esto no nos habla Greenpeace porque ellos no están interesados en la verdad sino en la alarma social y las medidas que les permitan acercar nuestra sociedad a un mundo en el que los verdócratas de su cuerda planifiquen nuestras vidas.

No dejemos las decisiones energéticas en manos de los ecologistas ni de los políticos. Tampoco debemos dejarlas en manos de las empresas eléctricas, incluidas las nucleares, que podrían estar beneficiándose de las ayudas de las que hablan los ecologistas. Quitemos todas las subvenciones y que sean los ciudadanos los que decidan libremente en el mercado.


Gabriel Calzada Álvarez es representante del CNE para España y presidente de Instituto Juan de Mariana

Leido en :http://www.libertaddigital.com

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