CITA DEL DIA

lunes, 24 de noviembre de 2008

EL MANANTIAL DE LAS ESTRELLAS

Zapatero, presidente de los ricos

Pablo Sebastián

El presidente Zapatero debería, como ha hecho Barack Obama con Geihner y Summers (para el Tesoro y la Casa Blanca), nombrar un prestigioso y nuevo equipo económico del Gobierno en sustitución de los fracasados, y enfrentados entre sí, Solbes y Sebastián. Asimismo, debería anunciar una bajada de los impuestos, como la hecha pública ayer por el primer ministro británico, Gordon Brown, y rectificar a fondo sus Presupuestos para aumentar el gasto en obras públicas.

Y, ya puestos en el buen camino, Zapatero debería levantar el secreto sobre las ayudas de los fondos del Estado a los bancos y las cajas de ahorros para que se conozca el nombre de todos los beneficiarios, en vez de mantener el ocultismo sospechoso que envuelve semejantes "donaciones", y, como lo ha propuesto su admirado presidente Sarkozy, crear un "fondo soberano español" -o bien utilizar la SEPI- para defender las empresas estratégicas españolas, como las energéticas, de los buscadores de gangas españolas en plena crisis, como es el caso de la rusa Lukoil en pos de la caza de Repsol. La que, para más escarnio, pretende hacerse con el control de la petrolera española a base de créditos de bancos hispanos que reciben las ayudas del Estado. Y, dicho sea de paso, por muy amigo que sea Zapatero de los amos de Sacyr, el presidente no puede convertirse en salvador de la constructora.

Ahora resulta que lo esencial de la política socialdemócrata del presidente Zapatero consiste en a salvar a los banqueros y a sus amigos ricos de las constructoras, como es el caso de Sacyr, empresa a la que está dispuesto a permitir que venda sus acciones de Repsol en favor de la rusa Lukoil, a sabiendas de la capacidad de control que el Gobierno del Kremlin mantiene sobre sus compañías energéticas, sean públicas o presuntamente privadas. Y para que no quede la menor duda de su giro a la derecha, y en aras de una nueva relación con Estados Unidos, pronto veremos un nuevo envío de tropas españolas a Afganistán a cambio de una visita a la Casa Blanca, tal y como veremos alguna gran concesión al Gobierno conservador de Sarkozy en pago por la silla prestada en la Cumbre del G20 de Washington, quizás la puerta abierta de otra compañía del sector energético español.

Y eso no es todo, el presidente está corriendo un tupido velo sobre todas y cada una de estas ayudas a banqueros y magnates (sobre todo para los que se llaman amigotes o "visitadores de la Moncloa", lo que enrarece con un intenso olor a podrido estos favores) para que nadie sepa bien lo que está pasando, ni el alcance del cúmulo de millones que el presidente Zapatero va a entregar a los ricos, ni tampoco quiénes van a ser los beneficiarios de las donaciones estatales que parten del bolsillo de todos los españoles.

De ahí el ocultismo que impera en todo esto y que se ha impuesto -por el Gobierno, y lamentablemente también por el PP- sobre la lista de entidades financieras que acuden como moscas a la sopa boba del Estado. Como hay misterio y ocultismo en torno a la no menos oscura operación de la venta de participaciones de Sacyr y La Caixa en Repsol a los rusos de Lukoil, para, definitivamente, colocar a un ruso -después de los italianos de Enel en Endesa, y a la espera de unos franceses en Iberdrola- en la lista de los "campeones españoles de la energía", de la que presumió nuestro jefe del Gobierno meses atrás.

Y éstas son, para colmo del disparate nacional, las prioridades que ocupan y enfrentan a los miembros del Gobierno, en vez de elaborar un plan para hacer frente a la crisis financiera y económica, que por lo que ya estamos viendo pasará sobre España con enorme capacidad destructiva, a pesar de los mensajes optimistas del presidente sobre la fortaleza de nuestro sistema financiero y tejido empresarial. Y con problemas para la recuperación por causa del creciente endeudamiento español -público y privado-, por la falta de atractivo hispano para los posibles inversores externos tras el estallido y el desprestigio de la burbuja inmobiliaria nacional, y la caída del turismo y del sector de servicios que todo ello acarrea.

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