@Daniel Forcada.-
19/04/2008 06:00h
Zapatero no traga el talento y no le tiembla el pulso ni el talante. En los terceros niveles de Moncloa, al presidente le llaman ‘el killer’. El leonés hace tiempo que vuela sólo y no admite que sus segundos de abordo puedan arrebatarle ni una pizca de protagonismo. Las últimas decisiones de Zapatero atestiguan su carácter más maquiavélico. El de un líder que no tolera ambiciones desmedidas (léase Rubalcaba y Caldera) y que controla hasta los últimos resortes del poder.
La Nueva Vía se ha diluido en el Nuevo Zapatero.
La metamorfosis de un líder. Cuando José Luis Rodríguez Zapatero fue aupado a la secretaria general del PSOE en el verano del año 2000, muy pocos apostaban por ese político de perfil desconocido y de discreto trabajo parlamentario.
Era, entonces, para propios y extraños, una incógnita que pronto adoptó al señuelo de Bambi y que, una vez en La Moncloa, ha demostrado ser frío y calculador. Lo suficientemente hábil como para que nadie le haga sombra, ni cuestione su liderazgo al frente del sillón de Pablo Iglesias. No hay barón territorial que no aplauda su gestión. Y los históricos (González, Guerra, Bono…) admitámoslo, ya no son lo que eran.
El último en salir ha sido Jesús Caldera, con el encargo, eso sí, de seguir trabajando desde el terreno de las ideas. Pero antes, otros carismáticos miembros de la Nueva Vía como Jordi Sevilla o Juan Fernando López Aguilar han ido perdiendo fuelle en el mundo de Zapatero.
Aquellos que, precisamente, auparon al leonés en el 35 Congreso se han quedado en la cuneta. Zapatero, que fue el último en llegar al grupo que se reunía en casa de Trinidad Jiménez, ha tomado la delantera.
“No es que el presidente haya querido cargarse ese grupo. Es una cuestión de coincidencia en los nombres:
Zapatero ha prescindido de aquellas personas que han demostrado tener criterio propio y han sido arriesgadas en su ámbito de gestión”, explica una de las personas que le acompañó en su primer Gobierno. “Esto es un trabajo de equipo y en política hay que trabajar con espíritu de servicio y con humildad”, replica otro ex ministro leal al líder socialista. “Nueva Vía éramos un grupo intergeneracional de diputados que teníamos esperanzas en el futuro y que integraba las mejores capacidades del partido. Con el tiempo, hemos ido asumiendo diferentes responsabilidades dentro o fuera del Gobierno”, añade.
Un Gobierno a su medida
Caldera y Rubalcaba se quedaron sin su deseada vicepresidencia. De la Vega tuvo que tragar con que siguiese existiendo la dudosa Secretaría de Estado de Comunicación y Pedro Solbes con la entrada de Miguel Sebastián en el Ministerio de Industria.
Otra víctima: el ‘guerrista’ Enrique Guerrero, histórico en las bambalinas de La Moncloa y hasta ahora subdirector de gabinete de la presidencia del Gobierno.
Zapatero lo ha apartado de su lado para situar en su lugar a José Miguel Vidal Zapatero, su primo carnal. A cambio, a Guerrero le han ofrecido otro puesto con rango de subsecretario de Estado, el mismo que ya disfrutaba, pero Zapatero ha recibido calabazas por respuesta. Las mismas que también le ha dado Cristina Narbona, ex ministra de Medio Ambiente, a quien el leonés ha ofrecido sin éxito ser embajadora de la OCDE (Organización para la Seguridad y el Desarrollo Económico) como recompensa a la salida del gabinete ministerial.
Narbona, Joan Clos y hasta Jesús Caldera, quien durante la etapa de Zapatero en la oposición fue su número dos, supieron que no continuaban en sus cargos solo unas horas antes de que se hiciera público. De la misma forma que Mercedes Cabrera conoció en el último minuto que perdía las competencias sobre las Universidades y que ganaba, por el contrario, la cartera de Asuntos Sociales. Zapatero ha montado su último gobierno a su antojo, dicen desde su círculo más cercano. Y sin importarle cómo afecten los nuevos cambios a sus antiguos compañeros de “chez Trinidad”. Zapatero enterró al cervatillo que encarnó durante la oposición para dar vida a un presidente que empieza a dar sus primeros signos de padecer el “síndrome de La Moncloa”.
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