POR M. MARTÍN FERRAND
El falso debate que, al margen de las falsas «encuestas», ganó Rajoy sirvió para poner en evidencia, por si quedara alguna duda, la inconsistencia de Zapatero.
El socialista, tan apegado a la España plural, no parece reunir las condiciones para inscribirse en ese partido de la decencia, tan deseable como quimérico, con el que Ortega espoleaba a sus lectores para obligarles a salir de la pereza y el acatamiento rutinario de lo establecido y, sobre todo, de la irrefrenable tentación excluyente que conlleva el ser español: «... mientras el obispo o el militar aspiren en el fondo de su alma no sólo a vencerme, deseo respetable, sino a suprimirme de la vida pública, o yo aspire a lo mismo con respecto a ellos, nuestra existencia ni será decente ni será nacional».
Cabe suponer que, el próximo lunes, el debate que volverá a enfrentar a quienes aspiran a presidir el Gobierno de España en la próxima legislatura se refiera, en contraste con el ya celebrado, a proponernos proyectos de futuro, programas capaces de reconstruir un pulso nacional alterado por las minorías secesionistas y afectado por el nublado horizonte económico. Algo más consistente que un fracasado proceso de paz, la revisión de la historia y la alianza de las civilizaciones. La nacionalización de la decencia, en el sentido orteguiano de la idea, es lo que nos hace falta. Algo centrípeto y ético que contraste con la centrifugación y la golfancia vigentes.
Cabe suponer que, el próximo lunes, el debate que volverá a enfrentar a quienes aspiran a presidir el Gobierno de España en la próxima legislatura se refiera, en contraste con el ya celebrado, a proponernos proyectos de futuro, programas capaces de reconstruir un pulso nacional alterado por las minorías secesionistas y afectado por el nublado horizonte económico. Algo más consistente que un fracasado proceso de paz, la revisión de la historia y la alianza de las civilizaciones. La nacionalización de la decencia, en el sentido orteguiano de la idea, es lo que nos hace falta. Algo centrípeto y ético que contraste con la centrifugación y la golfancia vigentes.
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