Domingo, 13 Julio, 2008
Dos mil años tardó, lento, el destino,
en querer ver, de nuevo iluminadas
las piedras de tu fábrica, sagradas,
por este sol de Hispania, ayer latino.
Ninguno como tú, ni tan marino:
Oh, cávea esplendorosa de las gradas,
Oh, scaena de prodigio, oh, alzadas
columnas del proscenio, oh, divino
Augusto, que ordenaste en Cartagena
construir, tan soberbio, de Talía,
templo, y para tu memoria plena,
poderosa razón que triunfaría
del olvido, a pesar de la condena
que nos dejó la Historia y su porfía.
en querer ver, de nuevo iluminadas
las piedras de tu fábrica, sagradas,
por este sol de Hispania, ayer latino.
Ninguno como tú, ni tan marino:
Oh, cávea esplendorosa de las gradas,
Oh, scaena de prodigio, oh, alzadas
columnas del proscenio, oh, divino
Augusto, que ordenaste en Cartagena
construir, tan soberbio, de Talía,
templo, y para tu memoria plena,
poderosa razón que triunfaría
del olvido, a pesar de la condena
que nos dejó la Historia y su porfía.
Santiago Delgado
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