No es la primera vez ni será la última en que surjan escollos, porque se está haciendo una operación admirablemente democrática y como la democracia consiste, en parte sustancial, en el respeto a las minorías, 800.000 irlandeses han paralizado a 500 millones de europeos. Vale. Pero Europa camina no hacia la Unión Europea sino hacia los Estados Unidos de Europa. Es sólo cuestión de tiempo. De no mucho tiempo. No finalizará el siglo XXI sin que los europeos nos gobernemos dentro de nuestras tradiciones políticas, como una sola nación. Por eso a mí me dan risa los nacionalismos decimonónicos de algunas regiones europeas que propugnan un secesionismo estólido. Ni Francia ni Inglaterra ni Alemania ni Italia ni España son naciones independientes. Hemos aceptado la supranacionalidad europea y el 50% de las grandes decisiones se toman ya en Bruselas. El bien común de los europeos limita la soberanía de las viejas naciones que jugaron un papel decisivo en la historia del mundo.
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