16 Enero 09
Aleix VIDAL-QUADRAS
La comunicación política es una mezcla de arte, ciencia y magia. Al igual que la disposición para la música, la pintura o la poesía, es un raro don con el que se nace y que, debidamente cultivado y perfeccionado, puede llevar al que lo posee a la cima de la gloria electoral. Por supuesto, es imposible de definir con precisión o de ser reducido a reglas fijas. Una misma propuesta, presentada por un personaje público o por otro, suscita el entusiasmo de los ciudadanos o pasa desapercibida, eso cuando no despierta un franco rechazo. El hecho de que el asunto sea verdadero o falso, moral o inmoral, acertado o equivocado, tiene su relevancia, pero no es definitivo. El buen comunicador hará aparecer la mentira como verdad, la maldad como bondad, el disparate como sensatez. Zapatero engaña continuamente, trata a los asesinos como interlocutores válidos y gobierna de manera escandalosamente incompetente. Sin embargo, a día de hoy, lidera las encuestas unos pocos puntos por encima de la fuerza alternativa. Esta extraña circunstancia no se explica por la calidad de su gestión ni por su sentido del Estado ni por su elocuencia ni por su bagaje cultural ni por su altura ética. En todos estos aspectos no resiste el más somero juicio, pero, pese a ello, la gente le vota masivamente. La solución a este enigma está en la comunicación. Su voz, sus gestos, su lenguaje corporal, su léxico, su mirada, su discurso, llegan a los españoles y les seducen. La comunicación no admite torpezas. Por ejemplo, jamás hay que caer en el comentario, despectivo o elogioso, sobre el aspecto personal, la vida privada, el color de la piel, la orientación sexual o el acento regional del adversario. Si es alto, bajo, calvo, melenudo, obeso, esbelto, agraciado, feo, hetero, homo, negro, blanco, casado, divorciado, arrejuntado, pronuncia las eles como erres o es incapaz de hacer sonar dos consonantes sucesivas entre vocales, son elementos tabú en el debate político. Y es que la comunicación política no es para aficionados ni para seres humanos normales. Es un regalo de los dioses, un aura irresistible, una flor en la popa.
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