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Donde no llega la persuasión política, ni militar, lo hace la píldora azul. La CIA utiliza el fármaco para ganarse a los jefes tribales y seguir la pista a los talibanes.
29 de diciembre de 2008
ESPIONAJE CON ÉXITO
El jefe tribal afgano regresó cuatro días después con el objetivo de asegurarse los suministros de Viagra, según recoge el rotativo americano.
La publicidad en el frente de guerra no tiene rivales. Si no, que se lo cuenten a la empresa de calzados turca fabricante del famoso zapatazo a George Bush, que no da abasto para responder a los miles de pedidos.
Este vez es una simple anécdota contada por un militar y llevada al papel impreso por el Washington Post la que vuelve a situar la famosa píldora azul contra la impotencia sexual en primera línea del fuego informativo.
Y es que cuatro pastillas de Viagra bastaron a un funcionario de la CIA para recabar abundante información sobre los movimientos y rutas de suministro de los talibanes. Su confidente, un patriarca tribal afgano de 60 años y marido de cuatro mujeres jóvenes.
El intercambio, al parecer, se realizó en el sur de la región con gran éxito para ambas partes, ya que el anciano, que hasta la fecha no se había mostrado nada cooperativo con las fuerzas estadounidenses, regresó cuatro días después con el objetivo de asegurarse los suministros, según recoge el rotativo americano.
En un país devastado por la guerra contra el terrorismo como Afganistán, las recompensas o incentivos en especie son un bien más preciado que el dinero, asegura un oficial estadounidense ducho en estas lides al diario. Además de Viagra, son también muy solicitadas las navajas de bolsillo, medicamentos y curas de urgencia, juguetes, visas y hasta extracciones de muelas. Otro tipo de obsequios son fácilmente detectables entre la comunidad afgana y pueden poner al confidente en el disparadero, explica el militar.
Ahora es necesario que el fabricante siga suministrando envases de Viagra a los servicios de inteligencia estadounidenses porque, como asegura el oficial en el WaPo, los señores de la guerra y jefes tribales de Afganistán cobran siempre su cooperación y ofrecen su información al mejor postor.
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