Alfonso Basallo |
Caso García-Calvo, watergate a la española |
Las palabras delatan a la Vice De la Vega. ¿Cómo que el CNI no sigue a nadie? El problema es que debe seguir a los enemigos del Estado no a defensores del mismo como el juez García-Calvo. |
Que la información es un arma más decisiva que cañones y bombarderos lo sabemos desde que Cayo Julio César escribió La guerra de las Galias en el siglo I a. C. Enviaba espías u obtenía informes de prisioneros antes de atreverse a atacar a pueblos tan aguerridos como, por ejemplo, los antiguos belgas, "los más valientes de todos porque viven muy remotos del fausto y la delicadeza de nuestra provincia". Si eso era sí en la antigua Roma, qué diremos del sofisticado siglo XXI, la era de la globalización y de Internet, donde es posible localizar a un líder guerrillero con una simple llamada de móvil. No es una peli de James Bond... sino historia: así terminó el líder checheno Djokar Dudaev a finales de los años 90. Los rusos localizaron una señal emitida desde el móvil del guerrillero, identificaron su posición y le enviaron al otro barrio con un misil aire-tierra. De ahí que los Estados ya no se defienden con acorazados o cazas, sino con los datos que obtienen en el proceloso mercado negro del espionaje. Espiar es sinónimo de infiltrarse, comprar voluntades, intercambiar agendas. Y eso sólo se consigue convirtiéndose en la sombra de los espiados. Sobran en este contexto frases como la de María Teresa Fernández de la Vega diciendo que el CNI "no hace seguimiento de nadie", en alusión a la campaña de desprestigio montada contra el juez García-Calvo, el penúltimo capítulo del culebrón-TC, destapado por el Grupo Intereconomía. Si los Servicios Secretos no siguen a nadie, apaga y vámonos. Para eso están: para conseguir información. Que luego pasan a los superiores para qué decidan qué hacer con ella. Hasta ahí todo normal. Lo que no cabe es dirigir el fuego amigo contra el propio Estado. Tentación que imaginamos irresistible cuando se dispone de mucho margen de discrecionalidad y de poder. Los servicios secretos son del Estado, no del Gobierno, y están al servicio del interés general, no del interés partidista. Por eso, son legítimas las sospechas que despiertan casos tan turbios como la persecución de la que fue objeto Manuel Pizarro, un personaje incómodo para el PSOE en la anterior legislatura. O el del fallecido Roberto García-Calvo, una "mosca cojonera" situada en un bastión estratégico -el Constitucional-, resolviendo fruslerías como la constitucionalidad del Estatut. Alimentan esas sospechosas la pulsión congénita del PSOE por confundirse de prado y hacer que el Ejecutivo trisque la hierba del Judicial; o los turbulentos precedentes de los fondos reservados... De modo que esa zona oscura debe ser ventilada y aireada tan pronto como surge la más mínima duda de que el aparato del Estado ha tratado de acosar a un magistrado como García-Calvo. Así lo han pedido las tres asociaciones de jueces, unidas, pese a sus disparidades ideológicas, por la alarma que suscita el caso. "Por menos estalló Watergate" ha llegado a decir el representante del Partido Republicano en España. Algunos ingredientes son similares: hubo espionaje, hubo manejos mafiosos, ha habido delincuente como el charli Garcerán, ha habido decisiva aportación periodística... y hubo mentiras... esa "peccata minuta" que los norteamericanos no toleran a sus políticos, hasta el punto de que son capaces de ponerlos de patitas en la calle. Pero ni De la Vega, ni Alberto Sáiz, ni se dan por aludidos. Veremos cuanto aguantan. Leer +: http://www.elsemanaldigital.com/blog.asp?idarticulo=83772&cod_aut= |
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