Publicado por Hilda el 4 de Febrero de 2008 a las 05:45 pm
La lucha de la mujer por la equiparación de sus derechos con los del hombre ha sido producto de una lenta y difícil lucha, aún no concluida.
Cuando la mujer pudo salir de la esfera puramente doméstica y participar en los espacios públicos a través de capacitación o trabajo, comenzó a demandar y organizarse para el reclamo de sus derechos.
Muchos países europeos, sobre todo Inglaterra; y en América, Canadá y Estados Unidos, fueron precursores en el siglo XIX en la lucha por el sufragio femenino.
España fue mucho más lenta que sus vecinas en general, por este reclamo, ya que tuvo una economía esencialmente agraria, donde la industrialización tardó en aparecer, iniciándose solo en Cataluña y en el País Vasco.
La clase burguesa de ideas liberales aún no está afianzada a fines del siglo XIX y principios del XX. Además, el absolutismo monárquico con sus ideas tradicionales y conservadoras, y el destacado rol de la iglesia, mantuvieron a la mujer alejada de los temas políticos, actividad que se consideraba típica de hombres, y que la alejaría de su papel de esposa y madre, rompiendo con la estructura familiar, básica para el orden social.
Las mujeres que trascendían el ámbito doméstico y se agrupaban, lo hacían con un fin de caridad cristiana, aunque lentamente comenzaron a preocuparse por su situación social, requiriendo ser tenidas en cuenta en los terrenos culturales y laborales. Ese fue el objetivo planteado por la Junta de Damas de la Unión Iberoamericana de Madrid, en los albores del siglo XX. El centro Iberoamericano de Cultura Popular Femenina, fue creado en 1906, siendo la expresión de sus ideas “La Ilustración de la Mujer. Revista Hispano Americana de Música, Letras y Artes”. Los puestos más importantes eran ocupados por hombres, a los que, a lo largo de sus páginas puede descubrirse, se les siguió dando un rol prioritario en la organización social y el desarrollo político.
El nacionalismo catalán encontró en las mujeres la posibilidad de apoyo para su causa, creando el Partido Conservador Catalán, en 1906, una sección femenina de la Lliga Regionalista: La Lliga Patriotica de Dames, para apoyar a los hombres, pero sin cumplir un papel electoral activo, sino de influencia sobre sus maridos.
Si bien en esos años comienzan a surgir algunos proyectos de incluirlas en el electorado aunque de manera parcial (incluir a las mujeres solteras como electoras, pero no como candidatas) todos son rechazados.
Carmen de Burgos es una de las pioneras en exponer a través de las páginas de “El Heraldo” de Madrid, dos encuestas cuyos temas son respectivamente el voto femenino y el divorcio, donde solo 922 y no en forma plena, aceptaban la posibilidad del sufragio femenino sobre 4.562 encuestadas.
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