CITA DEL DIA

miércoles, 27 de mayo de 2009

EL CANTO DEL CUCLILLO




Santiago Delgado
26, Mayo, 2009

Yo lo llamo cuclillo. Pero no sé su nombre. Soy de ciudad. El cuclillo tiene literatura. Otras aves no. Acaso fuera la avecilla que le cantaba al albor al prisionero del romance. Que por Mayo era, por Mayo… Y es entre la madrugada, aún tiniebla y el albor, primera claridad, cuando escucho su canto, breve, repetido, nada estridente. Es una de las voces del silencio en esa hora bruja. Cuando el frío y la amenaza de pronta luz, me sacan de la cama para cerrar batientes y abatir persianas, a fin de procurarme acaso tres horas de sueño más. Soy insomne. Ay de los insomnes. Cuando tal sucede, acabo de pasar el ecuador de mi dormir. Antaño, al escuchar al cuclillo maldecía el momento, la huida del sueño plomo que me tenía… Esta mañana, sin embargo, el canto del cuclillo me llegó diferente. Era hermoso, y natural, muy natural. Sus notas resumían el silencio mejor que el silencio mismo. Y la noche era noche, pero ya sabía que habría de desnudarse. La noche desnuda es el alba. El alba tiene un manto rosado, la aurora, que hilado fuera por Homero en hexámetros inmortales. El amanecer es rojo o fucsia o naranja o bermellón…Y el día es azul, como dijo Machado. Pero el cuclillo prefiere la madrugada, que es la noche última. Y hoy me he congraciado con él. Ha tenido paciencia conmigo. Lo ha logrado. Con razón lo amaba el prisionero. Oh, sí, espero que Dios le diera mal galardón al ballestero aquél que dice el romance. Y qué pena no saber el nombre de su autor, para ponerlo junto a Homero y a Machado en esta prosa. He entendido su sentimiento, su naturaleza, su fluir natural, que continuaba la noche en una existencia canora, ya no visualizable. El cuclillo traduce la noche a sonido, pero le deja toda su sencillez. Como sólo la gran poesía es traducible. La mala, no. Y sentí no poder traicionar a mi costumbre de cerrar mi cuarto a su canto. Y obedecí la inercia, que me llevó de vuelta a la cama, pero muy desconsolado. No logré dormirme, porque había visto la luz canora del ave del misterio. Y una gran suavidad, como nube, que no era sino la melodía silente del cuclillo resuelta en éter, me envolvía. Las luces del alba primero, las de la aurora después, lograron al fin entrar por las oquedades y rendijas de mi casa, hasta mi lecho. Y me desperté del todo. Me supe más sabio. Me levanté. Vale

2 comentarios:

Roy Jiménez Oreamuno dijo...

Bellísima ave como casi todas las cantoras. Mi cuarto da a los arboles y desde las cuatro de la mañana se oyen cantar las aves, es bellísimo su canto y su sonido me acurruca y me hace volver a dormir.

Todo eso que tú sientes, yo lo siendo en las madrugadas frías y lluviosas con el Yigüirro cantor, que en esta época se reproduce y el canta al amor desde los arboles de mi casa.
Saludos

Anónimo dijo...

Gracias, Roy, y gracias, bloguero por reproducirme. Un abrazo para ambos. (El autor).


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