CITA DEL DIA

lunes, 7 de mayo de 2012

2ª PARTE, CAP. 12 de “BARCELONA, 30 AÑOS DE CORRUPCIÓN”, ed. 2006. BANCO GARRIGA NOGUÉS, KIO, GRAN TIBIDABO, 1984-1995.


 Rafael del Barco Carreras

  Barcelona 07-05-2012. Se diría que con el "chantaje" del absurdo Diego Torres, socio de Urdangarín, y las cajas de ahorros... o sea, su desvalijo... se alcanza el sumun de LA GRAN CORRUPCIÓN... pero no creo que hayamos tocado techo... la crisis corroyendo la hipócrita sociedad político-financiera descubrirá, tras cada crédito "con el amigo de..." como valoración principal en la carpeta de concesión,  un nido de avispas... !la cumbre...  más arriba tapada por las nubes!

 

SEGUNDA PARTE
Banco Garriga Nogués
KIO
Gran Tibidabo
1984-1995


Cap. 12 - 11-3-93. Muerte de Antonio Parés Neira. Quiebra de F. Serena Automóviles. Aramis. Puig Doria. 



La Vanguardia anuncia la muerte de Antonio Parés Neira, el 11 de marzo de 1993, de mi misma quinta, mi antiguo socio y ex amigo. Se moría sin contarme la dura trastienda donde actuó de actor de reparto. Se merecía otra novela, y de protagonista con Tita Cervera, baronesa Tyssen. Y me puse a la labor. Recordar alguna fiesta en su casa, con Espartaco Santoni arrodillado declarando su amor a la esposa ya en vía de otros amores, los cuadros falsos, o el Goya, para mí, ignorante total en pintura, tan falso como el Urgel vendido y devuelto por Serena. Y de nuevo la prensa entusiasmada con Tita y el Barón, y la Comisión Permanente del Congreso de los Diputados, una vez disueltas las Cortes, con previsible pérdida de Felipe González, aprobando la compra de la “mayor y mejor colección del mundo”. Previsión incumplida, el pueblo amaba a Felipe.

¡Buenos recuerdos el 78!, pretendiendo el esplendor de las Tardes del Ritz de Bernard Hilda de los 40, sustituyó el espionaje a favor de la Resistencia Francesa contra los Nazis por las intrigas del cercano Noticiero Universal, llenando La Parrilla con Paulowki, riéndole la gracia Cugat, y criticándosela a la larga el márques de Castellbell, Grande de España. El barato y degradado ambiente se inclinaba, anticipándose a los “programas del corazón” por personajes como Marujita Díaz, o el promotor del travestismo Pitito. 

Yo necesitaba distracción, la novela sobre los De la Rosa, pasó de ejercicio de puro entretenimiento a apretar mi intelecto con la porquería que destrozó mi vida. Tito, sublimaba las putas de Antonio, intercalando disparates cómicos con la obsesión por mujeres con maridos o amantes, burlando hermanos y padres. Así desapareció de mi vida en Madrid. Sería a finales del 86, y con él la cuñada del banquero, mi amigo, provocando las iras de un marido con treinta años de diferencia, dispuesto a denunciar la enorme deuda en seguros sociales del Hotel Ritz. Por las necrológicas supe del hijo con Macame, su aventura madrileña. Su simpatía escondía un torrente de alcohol, o peor. Sandoval en su sección de La Vanguardia, 30 de marzo de 1993, se entristecía del “que solos se quedan los muertos”. Yo no pude acudir, pero al parecer tras los oropeles el excelente “relaciones públicas” que sacó el Hotel Ritz de Barcelona de su total decrepitud y ruina no mereció reconocimiento en su entierro. José Luis de Vilallonga por sus resquemores de vividor escribirá que lo convirtió en un moublé. Creí entender un agrio comentario en uno de sus libros, descontento del amigo que en definitiva le agenció un crédito a través de su amigo Rafael, que además compró el caótico restaurante de su mujer Silianne, o interviniendo en la venta a la Generalitat, para su sala de hombres ilustres de Cataluña, de un cuadro del Virrey Amat, célebre virrey de Perú que mandó construir en las Ramblas el Palacio de la Virreina para su amante La Perricholi, o eso cuentan. En total y poco tiempo, treinta millones, tan oscuros que el noble escritor entierra matando al mensajero, y ni la más mínima mención en tanta memoria publicada. Otra historia paralela. A Tito, jamás le vi un duro de su cosecha, siempre le solucioné complejas situaciones, y en sus momentos de esplendor desaparecía. Publicaron que traspasado el Ritz en el 89, vivió un tiempo en Los Ángeles, donde fue consejero de Canon y Metro Golwdyn Mayer, aventuras de un tal Gian Carlo Parretti, camarero italiano, amigo de socialistas y mafiosos, perseguido por varios países, con estancia y operaciones en la España de González, Serra, y Solchaga. Comunes conocidos torcieron la cabeza al comentario. Eduardo Soler Fisas, su abogado, me aseguró que enriqueció a sus hijas, ¡se lo merecían!. 

La muerte de Tito no fue la única noticia que removió mi memoria repasando la intervención de mis allegados en el gran traspiés del 80. A los pocos días, otro suelto de prensa replanteó de nuevo toda mi situación sobre los dos años antes de caer en prisión. Fernando Serena Mascaray presentaba quiebra voluntaria por 1.700 millones de pesetas, entre ellos los 500 a cargo del Banco Central. Alegaba el cambio total en la distribución y venta de automóviles. No citaba la cárcel destrozándole la vida. Lo entendí bien, Fernando se engordó cuando los automóviles nuevos de importación se adquirían comprando una licencia a intermediarios madrileños, ¿o amigos de Antonio de la Rosa en Hacienda?, o los usados flotaban entre comerciantes. La implantación directa de todas las marcas europeas y la masificación del automóvil alteraba las reglas de un juego basándose en giros y letras entre compraventas, o de ventas a crédito, con gran masa de giro flotante y con alto riesgo de impagados, y los intereses y coste del dinero por las nubes. Fernando ya no cabía en un mercado reglamentado y en manos de las multinacionales. El F. Serena, Automóviles, con el caballito de la Ferrari, por concesión del distribuidor en Madrid, Taire SA, en la Diagonal esquina Casanovas, o en Carretera de Sarriá frente al Español, aun se conservaría años, pasados los tres de prisión. Se negaría a tirar la toalla y se instaló con sus cuñados en la calle Urgel, hasta que Mitsubisi le compraría el negocio. Rumores me contaron unas inversiones inmobiliarias en su pueblo, Campo, en Huesca, afectándole unos centenares de millones. Desapareció de mi vida o yo de la suya tan intensamente como apareció. Tres años de forzada compañía en prisión no solidifican amistades, a menudo a la inversa. 

Ante la cifra, minúscula ateniéndose a la lluvia de millones de los actores principales de la comedia, intentaba buscar la razón de mi intervención en sus negocios con Antonio de la Rosa. Uno y otro, y su normal entorno, se bastaban y sobraban para las operaciones encargadas, y mi presencia en la supuesta intimidad, estancias en la oficina de Fernando, comidas, poquísimas cenas, o unos viajes a Madrid y el crucero por la Costa Azul, provocaban sospechosos apartes. Las pretendidas diferencias y peleas amorosas con sus cuñados, socios en todas las operaciones donde invertía Antonio de la Rosa, el futuro demostró olvidadas o inventadas. En cuanto Antonio, tenía suficientes subordinados, socios y amigos para aun tratándose de extremar prudencias recurrir a íntimos reales, no de instantánea fabricación. Disculpando a Fernando, terminaba mis deducciones, se convirtió en protagonista habiéndole asignado el papel de telonero. Si en su concepto, y por eso pagó tres años de cárcel, él era “administrador” de Antonio, poco o ningún sentido tenía cualquier composición de lugar. La corrupta Justicia redistribuyó el guión al dictado de los De la Rosa, y se sentenció tal cual. 

Se casó con Pili, su amor y mujer en la “doble vida” con Antonio, después de trastear con la propia, la cuñada, la hermana de otra cuñada italiana, gran amor de Antonio, anterior a la francesa (para quien compraron la sastrería Aramis en Rambla Cataluña, donde se vestía Serena, y alguna joya en la preferida Puig Doria), a una vecina, a la francesa, o la sobrina dirigiendo sus amores. Había asistido a la boda de su amor con un dentista del que se divorció. Derrochaba comicidad, tanta como “mala leche”, y a decir de sus amigas, solo eso derrochaba... comicidad, sexo poco.


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