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domingo, 28 de junio de 2009

El general Taranco: su Corte y Estado Mayor

José Antonio Durán
El 6 de junio de 1808 los Ejércitos españoles de ocupación y un segmento importante de la sociedad local, protagonizaron en Oporto la primera insurrección armada anti-napoleónica de Portugal.

Un día antes, a muchos kilómentros de distancia, Mariano Luis de Urquijo, talentudo ex ministro de Carlos IV, metido de lleno en irreversible proceso de afrancesamiento, sometía a “Su Majestad Imperial y Real”, Napoleón Bonaparte, emperador de Francia y rey de Italia, una serie de Reflexiones de marca.

Versaban acerca de asuntos cruciales y diversos, relacionados con España. No tienen desperdicio. Veamos ésta:

En España, todos los gobiernos están en manos de los militares, y militares sin instrucción, de donde resulta la necesidad de darles jueces letrados para que puedan consultarles. Este abuso entraña doble gasto y da lugar a un despotismo secundario. Su Majestad conoce mejor que nadie la necesidad de división de poderes. Yo no sé si se dice en la Constitución (la afrancesada de Bayona, primera de la Historia de España, en vísperas de proclamarse) que sólo las plazas fuertes tendrán gobernadores militares y que todos los gobiernos de provincias serán civiles.

DEL DESPOTISMO CONTEMPORÁNEO

(Los Poderes del Estado)

Mariano Luis de Urquijo

La lucha por la primacía del poder civil y la separación de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) del Estado empezaba a plantearse en España, Portugal y Bayona (Francia). No era una lucha menor. Ni siquiera hoy, doscientos años más tarde (2009), se ha culminado ese proceso de manera satisfactoria.

Del rey abajo, el dominio de la situación por parte de los altos funcionarios (militares) era entonces absoluto. Doscientos años más tarde los militares (tras la caída de las Dictaduras de Franco y Oliveira Salazar) han perdido poder político en la vieja Iberia; pero lo mantienen los funcionarios, omnipresentes en los partidos, en la clase político-burocrática y, por ende, en todos los Gobiernos. A pesar de ello, no sólo dependen éstos gobernantes del criterio de jueces letrados (como los virreyes de antaño, que también presidían las Audiencias Reales), se rodean de una legión de consejeros, funcionarios la mayoría.


Cierto: esos poderosos funcionarios-políticos no lucen hoy uniforme, como los militares, los clérigos, los golillas o los académicos de antaño; pero aún lo calzan en fastos y ceremoniales. Aunque vistan ropaje común, distan mucho de formar parte de la Sociedad del mismo modo que los demás ciudadanos, paganos del costosísimo andamiaje. Para más, se cuelan (en número incomparable al proporcional que representan) en la Sociedad representada, la única que debe llamarse con propiedad sociedad civil, por lo que tampoco ésta puede confundirse con la Sociedad.

Así pues, el dominio de todos los poderes (fácticos y electivos) del Estado por parte de empleados públicos y funcionarios vitalicios del propio Estado, tantas veces casados entre sí (dado el nuevo papel -lógico, pero inexistente hace 200 años- de las funcionarias-políticas), su íntima conexión con los partidos, unido al despotismo gubernamental (predominio incomparable del poder ejecutivo sobre los demás poderes del Estado), convierte esta cuestión en angular. Incluso en las democracias formales, condenadas –si no existen contrapoderes y controles reales de semejante bloque de poder corporativo- a comportarse como auténticas dictaduras electivas, al servicio de una minoría burocrática omnidominante…

Reflejo del poderío del Capitán General en el Reino de Galicia,el palacio coruñés (en el grabado) era, además de su residencia oficial, sede de la Real Audiencia. Todo ese poder fue desplazado a Oporto e instalado en la Casa da Feitorí


MANUEL FRANCISCO TARANCO DE LLANO

(Retrato de un desconocido)

Manuel Francisco Taranco de Llano no era excepción a la regla general, sentada por Urquijo. En Galicia actuó como virrey al contar con el poder político, judicial y militar. Todo en uno. Un poderío al que nunca quiso renunciar como gobernador de la Lusitania Septentrional, a pesar de los reiterados intentos de Junot por limitar su fuero, para ponerlo a su servicio y al del emperador de Francia.

Sin embargo, siendo cierto lo que escribió Urquijo, no se puede decir de Taranco que (por estar falto de formación jurídica) estuviera falto “de instrucción”.

Distaba mucho de ser un incompetente. Era un hombre experimentado, con idiomas y cultura internacional. Había curtido en un campo de experiencias personales que para sí quisieran la mayoría de los gobernantes-burócratas de nuestro tiempo.

Taranco no era excepción a la regla general, sentada por Urquijo. En Galicia y en Oporto actuó como virrey al contar con todo el poder político, judicial y militar.

Ingeniero militar, tenía buena formación básica de corte científico y matemático y larga experiencia diplomática y gubernativa; pero era, sobre todo, un militar profesional. Con prestigio y orgulloso de serlo.

Dadas sus circuntancias y antecedentes, no puede extrañar la predilección que sentía por él Manuel Godoy (“esforzado coronel y amigo mío de toda la vida”, escribe en sus Memorias, a propósito de su comportamiento en las lejanas guerras del Rosellón y Cataluña, 1793-1795). Tampoco sorprenderá el orgullo con que su lejano pariente, el conde de Toreno, recoge los elogios portugueses a su gestión, “modelo de prudencia y cordura”, previdente e moderada.

El general Taranco en una figuración de Xosé Comoxo (2009)

Hasta la figuración adjunta, realizada por Xosé Comoxo (2009), no disponíamos de ninguna imagen que nos diera cierta idea gráfica, real o imaginaria, del personaje.

Nacido en los años cuarenta del siglo XVIII en una casa grande de la pequeña nobleza burgalesa y vizcaína (su familia ostentaba el señorío de Zaratamo en el momento de morir), Taranco –el “esforzado” de Godoy- se fue haciendo a sí mismo, despegado de la tutela del mayorazgo. Y esa es una novedad que empezaba a ser bastante normal en el Ejército regular español. Incluso en militares de su edad y de su rango. Una evolución que aún se percibe con más claridad en las escalas sucesivas, caso de sus colaboradores más próximos, trasplantados de Coruña a Oporto.

Como los generales de su edad, Taranco se benefició desde la primera juventud de la experiencia que ofrecía a los funcionarios militares el dilatado imperio colonial.

En América, en la primera madurez, al formar parte del Ejército de una España que dio apoyo a la independencia de los Estados Unidos, tuvo madrugadora experiencia del proceso revolucionario norteamericano.

Aprendió, en aquel lejano entonces, a relativizar la importancia incuestionable, pero diferente, de la Revolución Francesa.

A su regreso de América, la familia de su madre (que era de relieve) aprovechó las excelentes condiciones del joven. Lo hizo, sobre todo, en dos aspectos, directamente relacionados con esta historia.

Escudo de Zaratamo, señorío de los Taranco

El futuro marqués de Llano lo llevó como agregado a la Embajada de Viena (1785). Se inició así en la vida diplomática, sin descuidar la formación militar. Con su influencia, Taranco pudo seguir de cerca la lucha de rusos y turcos, el mismo año de la Revolución Francesa (1789). En Oporto, lucía con orgullo la insignia de la Orden Militar de San Jorge de Rusia, creada por Catalina la Grande para distinguir el valor.

Como ingeniero militar, interesado en la industria armamentística, otro pariente próximo de su madre, el ministro Antonio Valdés y Bazán (figura eminente de la Marina e insurgente anti-napoleónico de primera hora) contó con su colaboración profesional en los intentos de modernizar las fuentes de energía de la Real Fábrica de Artillería de La Cavada. Fue Taranco quien conectó la Fábrica con Wolfgang de Mucha, el célebre ingeniero militar austríaco. Una experiencia, por cierto, que había de aprovechar en Galicia otra figura trágica de los acontecimientos peninsulares: el marqués de Sargadelos.

En el mismo contexto sobresale una nueva conexión familiar reveladora: el parentesco con los Queipo de Llano de Asturias, Galicia, León y Santander. El obispo de Santander (Rafael Tomás Menéndez de Luarca y Queipo de Llano), figura destacada –junto al de Orense- de la más temprana oposición ideológica a la Revolución Francesa y al bonapartismo, formaba parte de esta rama. También el citado José María Queipo de Llano, conde de Toreno. Como los marqueses de Campo Sagrado, estos parientes no fueron comparsas. Son auténticos protagonistas de la primera insurgencia anti-napoleónica de la Iberia Atlántica…

Una representación norteamericana de la batalla de Pensacola (Florida, EE.UU, 1781), donde estuvo Taranco.

EL EJÉRCITO REGULAR ESPAÑOL

(Los profesionales)

Joaquín Blake, futuro capitán general de los Ejércitos del Reino de Galicia, será uno de los primeros regentes de una España sin rey

Taranco ascendió a teniente general en la misma hornada que Juan Carrafa y Francisco Solano, marqués del Socorro (1802), los otros mandos máximos de la ocupación franco-española de Portugal.

De los tres, sólo Taranco murió (como veremos) reconocido y honrado por españoles y portugueses; pero no por Junot, ni por el Emperador de Francia. Carrafa se vió duramente cuestionado durante años y Solano fue asesinado. De los mismos, sólo el trágico marqués del Socorro lucía título de nobleza (con Grandeza de España). En realidad, de los 21 militares que alcanzaron tal nivel en ese año, sólo 5 lucían título en 1808, siendo dos ellos de máxima relevancia posterior, al formar parte de la disidencia aristocrática de Godoy y del consejo privado del futuro Fernando VII (fernandistas de máximo rango, por tanto): los duques de San Carlos e Infantado. El general Castaños, otra figura destacada de la insurgencia anti-napoleónica y de las guerras peninsulares, no recibirá su título de duque de Bailén hasta 1832…

Para Taranco, pues, como para Castaños y para la mayoría de esos novísimos generales de la era Godoy, la ausencia de títulos resaltaba la profesionalidad militar. Era su orgullo y un motivo de tensión con la Alta Nobleza. La clave de su poderío y su principal fuente de ingresos. Otra nota de distinción que también caracterizaba a los integrantes más destacados de la cúpula de mando que la Capitanía de Galicia desplazó a Oporto. Un Estado Mayor auténtico, antes de que Joaquín Blake (que era uno de sus mariscales más innovadores) creara este cuerpo en el Ejército español.

Domingo Belestá, Antonio Alcedo, Joaquín Blake, Gabriel de Méndizábal, Nicolás Mahy… o su edecán, que era marqués de Santa Cruz de Ribadulla, ya eran militares de relieve; pero han de jugar papeles de enorme importancia en la vida gallega y española de los años de guerra. Compusieron una corte político-militar de lujo. Dan idea –al propio tiempo- de la importancia estratégica de la Capitanía gallega. Sobre todo si se recuerda que el marqués de La Romana habia llevado con anterioridad, en su legendaria expedición napoleónica a los Mares del Norte, otros regimientos de élite, radicados en Galicia, bajo el mando de quienes serían a la postre sus lugartenientes: el trágico Joaquín Miranda, conde de San Román o Joaquín Moscoso…

Los Valdés y Bazán y los Queipo de Llano eran parientes de Taranco. Fueron insurgentes anti-napoleónicos de primera hora. A la izquierda, Antonio Valdés, destacado ex ministro de Marina, luciendo la cruz de la Orden Militar de Malta. A la derecha, Wolfgang de Mucha (1758-1826)

Así pues, los 44 días de Gobierno de Francisco Taranco en la Lusitania Septentrional no pueden separarse de estos antecedentes y, sobre todo, de los cuatro años de gestión al frente de la Capitanía del Reino de Galicia (1803-1807).

Integrantes del legendario Regimiento de Infantería de la Princesa, desplazado desde Pontevedra a los Mares del Norte, bajo el mando del trágico conde de San Román. Acuarela de Christoph Shur, grabado por su hermano Cornelius

ACCIÓN CULTURAL

(Entre Coruña y Oporto)

La fama del general Taranco corrió más que su Ejército. Fue la mejor tarjeta de presentación del nuevo gobernador general de la Lusitania Septentrional.

Los cónsules radicados en Coruña operaron el prodigio. Pasaron la información a sus correspondientes en Oporto, creando una expectación nunca defraudada en militares, clérigos, comerciantes, industriales y gentes de cultura.

La experiencia de Gobierno del virrey había sido dilatada. Como militar y como ingeniero, dejó señales de su paso por el Ampurdán, en la guerra contra Francia. Fue, años más tarde, gobernador militar en Lérida y Gerona. De entonces procedía su relación profesional y amistosa de media vida con quien estaba llamado a ser su lugarteniente y uno de los continuadores de su política portuguesa: Domingo Belestá, incorporado a su Capitanía en 1807 como inspector de fortificaciones.

Ingeniero militar, director de la Real Academia de Matemáticas de Barcelona, Belestá sera uno de los protagonistas más destacados de la insurrección de Oporto, al responsabilizarse de la acción arnada del 6 de junio de 1808…

Vista de Gerona
Taranco había llegado de Vizcaya a Coruña en 1803. Potenció desde el primer momento las aficiones científico-matemáticas pre-existentes entre sus colaboradores más próximos.
Francisco Javier Balmis embarcó en Coruña para su famosa expedicción americana, en la corbeta María Pita

No tenemos por casual que la famosa expedición Balmis, de resonancia internacional, con la vacuna contra la viruela como punta de lanza, partiera del puerto coruñés hacia América en la corbeta María Pita, patrocinada por Carlos IV, a los pocos meses de su llegada. La instalación de la primera imprenta estable de la ciudad, la dotación de la cátedra de matemáticas y dibujo en la Escuela de Náutica y la apertura (con felicitación pública de Godoy) de la Biblioteca del Consulado del Mar, fueron otras tantas innovaciones de alcance histórico. Significativas y perdurables.

El Consulado vivió con Taranco y sus colaboradores una de las fases de mayor brillo. No es raro, pues, que fueran los cónsules, radicados en Coruña, los primeros que hicieron notar a sus correspondientes de Oporto y Lisboa la relevancia intelectual y política del capitán general y la alta cualificación profesional y cultural de sus acompañantes.

Sin conocer cuanto va dicho y sin sugerir la importancia de esa corte que Taranco fue convocando en la Casa da Feitoría sería difícil de entender el alcance de su política y sobre todo el impacto extraordinario que produjo su muerte. Un acontecimiento al que prestaremos toda la atención analítica que merece en la última entrega de este episodio.

Este gracioso diseño coloreado de tipos populares gallegos, datado en 1807, ayuda a identificar la nueva estética internacional, tal como se practicaba en la flamante Escuela de Dibujo coruñesa en tiempos de Taranco. Pudiera ser obra de su amigo, Charles Fourcroy, cónsul de Francia en la ciudad.

    Próxima entrega:EL ENTIERRO DEL VIRREY, LO NUNCA VISTO

viernes, 12 de junio de 2009

“Prudencia y cordura”, la política del Virrey

José Antonio Durán

Entrega anterior: Oporto, capital del Reino de Galicia

En la amanecida del domingo, 13 de diciembre de 1807, el general Taranco, capitán general del Reino de Galicia y general en jefe de las tropas españolas de ocupación, era recibido por las autoridades locales de Oporto en las afueras de la ciudad. Sólo lo rodeaban sus pretorianos del Regimiento de Granaderos Provinciales de Galicia.

Aquel mediodía, antes de la llegada del resto de sus tropas, leyó en español la histórica alocución A los Vecinos y Moradores de Entre Duero y Miño y Tras los Montes, publicada también en portugués. La expectación, que era enorme, se tradujo en desconcierto.

Cinco días más tarde, el viernes 18 de diciembre, se completó la ocupación militar. Como gobernador general de la Lusitania Septentrional, el propio Taranco recibía al capitán general de Extremadura, Juan Carrafa.

Los dos generales españoles, que habían ascendido al generalato en 1802, se saludaron con respeto y hasta con afecto, pero sin mezclar sus tropas en ningún momento, aumentando así el grado de confusión y desconfianza en que aún estaban por entonces las autoridades locales. También fueron distintas sus residencias, detalle harto significativo.

INGLESES Y RUSOS

(Los cambios de alianzas)

La “Casa da Feitoría” se convirtió en la residencia oficial del general Taranco. El equivalente del Palacio de Capitanía coruñés. Acuarela de Xosé Comoxo

Al haber sido confiscados los intereses británicos y expulsados todos sus agentes diplomáticos, la céntrica, espaciosa y flamante Casa da Feitoría, alzada en la Rúa dos Ingleses, diseñada al gusto inglés por el cónsul británico, John Whitehead, pasó a convertirse en la residencia privada y oficial del capitán general de Galicia.

Bien amueblada, con solemne escalinata, gran salón de baile y cocina monumental, era digna de un virrey dispuesto a crear su propia corte y a influir en la vida social de la ciudad.

Dotado de Estado Mayor (antes de que este cuerpo se organizara formalmente en el Ejército español), sus integrantes y los consejeros desplazados a Oporto, residían y despachaban con él en el mismo edificio. Pasó a ser, pues, la nueva sede de la Capitanía gallega, radicada (antes y después) en el núcleo histórico de Coruña.

Carrafa, por su parte, compartió residencia con el cónsul de Rusia, dado que la lejana corte de los zares, aliada histórica de Inglaterra, se había sumado al bloqueo continental napoleónico tras la paz de Tilsit (julio, 1807).

Así pues, las dos residencias ritualizaban el cambio drástico de alianzas internacionales del Portugal ocupado y daban fuerza visual a los distintos cometidos que Godoy asignó a los generales españoles.

Las Monarquías eran, a su nivel, como las familias (señoriales). Carlos IV, el rey de España, suegro del Príncipe don Joao ,rey en funciones de Portugal por el estado de demencia de la reina madre, quiso que se diera ese aire paternal de la proclama a su ocupación

Los portugueses nunca llegaron a entender del todo cuál era la misión de las dos expediciones españolas con alto mando radicado en Oporto. Y es lógico, porque los dos generales también tuvieron sus más y sus menos en este asunto. En cierto momento, presionado por Junot, Carrafa tuvo que consultarlo al superministro de Carlos IV. Recibió respuesta clara, contrariando al general en jefe de la ocupación francesa.

Godoy confirmaba en todo las órdenes de partida.

En razón de sus grados, al no haber en Oporto más generales que Taranco y Carrafa, la misión de éste variará más tarde, como consecuencia de la muerte repentina de Taranco; pero hasta ese momento (26 de enero, 1808), el capitán general de Extremadura debía asegurar a Francia el control de la costa, desde Lisboa a Oporto, obedeciendo órdenes del general Junot. La misión de Taranco no sólo era distinta. ¡Tenía que parecerlo!. Se realizaba en nombre del rey de España. La autonomía del capitán general del Reino de Galicia no podía ser interferida en modo alguno por el de Extremadura, aunque Junot o su dueño, el emperador, patalearan.

Aclarados los cometidos respectivos, los dos generales se rindieron honores, mantuvieron entre sí excelentes relaciones personales y pasaron a desarrollar sus misiones desde las mentadas residencias.

LA PRIMERA PROCLAMA

(Denuncia de la perfidia británica)

Vecinos y moradores de Entre Duero y Miño y Tras los Montes: No alteréis vuestra vida normal. Permaneced en calma, tranquilos, en la confianza de que el Ejército Español, que yo mando, respetará vuestras leyes, usos y costumbres. Tratadnos con sincera amistad, convencidos de nuestro valor y humanidad, y encontraréis la más exacta correspondencia. Yo os lo prometo y os lo juro en nombre de mi Rey y Señor, tan justo como benéfico. General de sus Armas, Justicia y Clemencia, seré fiel ejecutor de sus órdenes Soberanas. Todas ellas se encaminan a protegeros en la deplorable situación en que os encontráis por la ausencia de vuestro Soberano. A libraros de la pérfida dominación inglesa, de su política ambiciosa, que aparentando amistad es la del padrastro que os destruye. Tened por seguro que todas las providencias que se tomen irán encaminadas a mejorar vuestra suerte, a liberaros de la vergonzosa tutela del soberano inglés y a organizar vuestra vida política.

Llegó el tiempo de que conozcáis los verdaderos intereses de vuestra Patria y de que, uniendo vuestras voluntades a las nuestras, venguemos juntos los ultrajes que la ferocidad traidora de los ingleses ha llevado a todas las naciones de Europa. De que, impidiendo sus maquinaciones, gocéis de la protección que mi católico Monarca os ofrece.
Al margen del tono conciliador de la proclama, pronto llamará la atención su insistencia en que, además de asegurar la continuidad de la vida cotidiana, como gobernador general hacía votos porque la ocupación sirviera para limar las tensiones históricas existentes entre españoles y portugueses.

Dada la fama, bien ganada, de devastadores que tenían (y tienen) todos los Ejércitos de ocupación, tampoco dejó de sorprender este punto, con el que el virrey de Galicia precedía el capítulo de las inevitables amenazas:

Lo que os prometo será religiosamente cumplido. Os aseguro, bajo mi palabra, que todo soldado español que sea culpable de pillaje, o de cualquier otro delito, será castigado con todo el rigor de la Ley. Que cualquier natural o habitante del Reino de Portugal, que tenga parte en alguna conspiración o tumulto contra el Ejército Español, será arcabuceado. La Ciudad, Villa o Aldea donde se dispare un solo tiro contra la tropa española, entregará al delincuente, o será responsable del atentado. En ese sentido, se pronunciará la Justicia de su Jurisdicción o Feligresía, en cuyo territorio se mate a un integrante de la Milicia española, y además de esto, pagará el triple del valor en la contribución que le corresponda, tras tomar a cuatro vecinos como fiadores de esa paga.
Si puedo evitar la imposición de las penas referidas, tendré particular satisfacción.

La decisión de la Casa Real portuguesa de establecerse en su colonia americana de Brasil no tenía precedente en las Monarquías europeas. Tendrá enormes consecuencias. Retrato de Don Joao, yerno del rey de España

Según las informaciones que llegaron a nosotros, a través de quienes vivieron y estudiaron la época, la disciplina fue férrea y el orden público se mantuvo. Pero conviene recordar que, siendo tiempo de guerra y rigiendo el código militar en tierra y en los mares, la incidencia de la ocupación española en la vida cotidiana de los lugareños fue limitada.

Al ser el nuevo gobernador general del territorio un militar que ostentaba la máxima autoridad judicial y militar en sus dos demarcaciones, Taranco pudo mantener en todas las instancias intermedias a los jueces locales preexistentes.

Por el contrario de Junot, nunca hizo un uso agresivo de las enseñas de la Monarquía española en los edificios públicos. Tampoco, como era fama de los Ejércitos napoleónicos, expolió iglesias, ni se condujo bajo palio o entre bendiciones episcopales.

Tanto él como sus hombres (al igual que los hombres de Carrafa) pusieron especial cuidado en mezclarse con los lugareños en los ritos religiosos y festivos de la Navidad, Fin de Año, Año Nuevo y Reyes. Lejos de introducir propuestas reformadoras en ese ese aspecto, las fiestas del calendario católico se animaron con la imprevista presencia de cientos de soldados, familiares y personal de servicio, con sus cantos y músicas de lejanas tierras.

Obispo de Oporto: Antonio de São José de Castro

El propio obispo de Oporto, cuando comenzaron a detectarse públicamente enfrentamientos entre el general español, sus partidarios y los partidarios del general en jefe de la ocupación francesa, hizo un llamamiento a la calma, metiendo este reconocimiento expreso en su homilía de 19 de enero: “Ao general Taranco se deve a boa ordem e o socego da cidade, além do ensino que lhes dava com o exemplo das suas virtudes”.

En pocos días, Taranco recomendó a los poderes locales que formasen una Junta de Recaudación de Contribuciones, dada la nueva organización territorial.

Los ingresos hacendísticos quedarían circunscritos a la Lusitania Septentrional y centralizados en Oporto. Rompía así la antigua relación tributaria con Lisboa (es decir: con Junot y las fuerzas francesas de ocupación).

En orden a suministros, dado el simultáneo bloqueo marítimo de Gran Bretaña, España aportaría lo indispensable. Asunto éste de indudable alcance para su Capitanía gallega.

Carne, vestimenta, salazón… pasaron de Galicia en navíos de los comerciantes y trajinantes gallegos, armados en corso. Tuvieron éstos una presencia incomparable en Portugal y en la incipiente prensa comercial de los puertos atlánticos. Y no sólo por su presencia en Oporto. También se detecta su presencia en Lisboa, donde la colonia española (particularmene gallega), era mayor.

Cuestiones todas que confrontaban a Taranco con Junot. Cada día más incomunicado con el área galaico-portuguesa que dominaba el virrey de Galicia. Y receloso, con razón, de las conexiones per loca marítima que se estaban tejiendo con la población española de Lisboa y los cónsules. Mucho más gallegos de lo que sospechan los historiadores, portugueses y españoles.

Las guerras napoleónicas internacionalizaron algunos instrumentos musicales. La guitarra fue el símbolo de los Ejércitos españoles de ocupación. En el grabado inglés, una pareja de ocupantes interpreta un bolero.

LA HERENCIA DE AQUELLAS NAVIDADES

El general Taranco fue cumpliendo, pues, sus promesas.

Por el contrario de los abusos, pillajes y atrocidades que los portugueses detallan de la mayoría de las fuerzas francesas (también en ellas hubo excepciones), la ocupación de la Lusitana Septentrional no registra abusos dignos de mención.

No se pudo decir lo mismo de las tropas españolas que mandaba el trágico general Solano, marqués del Socorro. Más incisivo e imprudente, su alto mando fue cuestionado. Incluso por alguno de sus lugartenientes.

Sátira gráfica de una de las medidas más controvertidas e impopulares de Junot. Molesto con sus ladridos, ordenó la ejecución de los canes que merodeaban por las calles de Lisboa

Pero el mandato del Capitán General de Galicia en la Lusitania Septentrional fue muy breve…
Sólo llevaba en Oporto ¡44 días! cuando un “cólico violento” (calificativo de su pariente, el conde de Toreno) precipitó su muerte. La leyenda posterior se cimentó también por esta circunstancia, sumiendo el óbito en toda suerte de sospechas.

Ninguno de los militares que lo sucedieron disfrutaron de un prestigio tan sólido como el que disfrutara el difunto, si bien los españoles Domingo Belestá y Juan Carrafa, en condiciones cada vez más dramáticas, mantuvieron en la medida de lo que les fue posible su política conciliadora hasta el mes de abril. A pesar de los rotundos cambios que se produjeron en Portugal y en España en el intermedio.

Despues de abril de 1808, el mando superior pasó al general francés Quesnel, enviado expresamente por Junot (rey sin corona de todo Portugal desde el 1 de febrero), aprovechando el cáos que reinaba entonces en los Ejércitos españoles tras la detención de Godoy en Aranjuez (marzo), la abdicación de Carlos IV y la desdichada gestión de Fernando VII y su gobierno (marzo-abril).

Figuración del motín de Aranjuez (marzo, 1808

Contra lo que se afirma en las historias nacionales circulantes de los distintos países implicados, la génesis de los graves acontecimientos españoles y portugueses de 1808 se anticipa en los tres Ejércitos españoles de ocupación en Portugal. Como consecuencia del malestar, la génesis de la Triple Alianza (españoles, portugueses y británicos) también comienza en esta área atlántica mucho antes de lo que esas mismas historias reconocen.

En realidad, el salto de la pérfida dominación inglesa en Portugal, que da sentido a la primera proclama de Taranco, a la perfidia francesa en España (y Portugal), proclamada mucho más tarde en el Grito de unidad de Móstoles, como consecuencia del Dos de Mayo madrileño, puede retrotraerse en la Iberia Atlántica (sin el más mínimo forzamiento) a los últimos días de enero.

Curiosa y madrugadora versión británica de la perfidia francesa

En ese momento, se produjeron en Oporto dos acontecimientos sintomáticos, absolutamente inesperados: la “extraña” muerte del general Taranco y el formidable sepelio de quien era, además de virrey de Galicia, jefe de las tropas españolas de ocupación en la Lusitania Septentrional.

Fue la suya, pues, una manifestación de duelo cargada de sentido, avisadora de lo que iba a suceder con posterioridad; pero jamás fue analizada desde este punto de vista.

¿Quién era el general Taranco? ¿De dónde provenía? ¿Cómo pudo merecer una movilización funeraria que los testigos presenciales reconocen como lo nunca visto en la larga historia de la ciudad de Oporto?

    Próximas entregas:EL ENTIERRO DEL VIRREY, LO NUNCA VISTO


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