CITA DEL DIA

viernes, 12 de junio de 2009

“Prudencia y cordura”, la política del Virrey

José Antonio Durán

Entrega anterior: Oporto, capital del Reino de Galicia

En la amanecida del domingo, 13 de diciembre de 1807, el general Taranco, capitán general del Reino de Galicia y general en jefe de las tropas españolas de ocupación, era recibido por las autoridades locales de Oporto en las afueras de la ciudad. Sólo lo rodeaban sus pretorianos del Regimiento de Granaderos Provinciales de Galicia.

Aquel mediodía, antes de la llegada del resto de sus tropas, leyó en español la histórica alocución A los Vecinos y Moradores de Entre Duero y Miño y Tras los Montes, publicada también en portugués. La expectación, que era enorme, se tradujo en desconcierto.

Cinco días más tarde, el viernes 18 de diciembre, se completó la ocupación militar. Como gobernador general de la Lusitania Septentrional, el propio Taranco recibía al capitán general de Extremadura, Juan Carrafa.

Los dos generales españoles, que habían ascendido al generalato en 1802, se saludaron con respeto y hasta con afecto, pero sin mezclar sus tropas en ningún momento, aumentando así el grado de confusión y desconfianza en que aún estaban por entonces las autoridades locales. También fueron distintas sus residencias, detalle harto significativo.

INGLESES Y RUSOS

(Los cambios de alianzas)

La “Casa da Feitoría” se convirtió en la residencia oficial del general Taranco. El equivalente del Palacio de Capitanía coruñés. Acuarela de Xosé Comoxo

Al haber sido confiscados los intereses británicos y expulsados todos sus agentes diplomáticos, la céntrica, espaciosa y flamante Casa da Feitoría, alzada en la Rúa dos Ingleses, diseñada al gusto inglés por el cónsul británico, John Whitehead, pasó a convertirse en la residencia privada y oficial del capitán general de Galicia.

Bien amueblada, con solemne escalinata, gran salón de baile y cocina monumental, era digna de un virrey dispuesto a crear su propia corte y a influir en la vida social de la ciudad.

Dotado de Estado Mayor (antes de que este cuerpo se organizara formalmente en el Ejército español), sus integrantes y los consejeros desplazados a Oporto, residían y despachaban con él en el mismo edificio. Pasó a ser, pues, la nueva sede de la Capitanía gallega, radicada (antes y después) en el núcleo histórico de Coruña.

Carrafa, por su parte, compartió residencia con el cónsul de Rusia, dado que la lejana corte de los zares, aliada histórica de Inglaterra, se había sumado al bloqueo continental napoleónico tras la paz de Tilsit (julio, 1807).

Así pues, las dos residencias ritualizaban el cambio drástico de alianzas internacionales del Portugal ocupado y daban fuerza visual a los distintos cometidos que Godoy asignó a los generales españoles.

Las Monarquías eran, a su nivel, como las familias (señoriales). Carlos IV, el rey de España, suegro del Príncipe don Joao ,rey en funciones de Portugal por el estado de demencia de la reina madre, quiso que se diera ese aire paternal de la proclama a su ocupación

Los portugueses nunca llegaron a entender del todo cuál era la misión de las dos expediciones españolas con alto mando radicado en Oporto. Y es lógico, porque los dos generales también tuvieron sus más y sus menos en este asunto. En cierto momento, presionado por Junot, Carrafa tuvo que consultarlo al superministro de Carlos IV. Recibió respuesta clara, contrariando al general en jefe de la ocupación francesa.

Godoy confirmaba en todo las órdenes de partida.

En razón de sus grados, al no haber en Oporto más generales que Taranco y Carrafa, la misión de éste variará más tarde, como consecuencia de la muerte repentina de Taranco; pero hasta ese momento (26 de enero, 1808), el capitán general de Extremadura debía asegurar a Francia el control de la costa, desde Lisboa a Oporto, obedeciendo órdenes del general Junot. La misión de Taranco no sólo era distinta. ¡Tenía que parecerlo!. Se realizaba en nombre del rey de España. La autonomía del capitán general del Reino de Galicia no podía ser interferida en modo alguno por el de Extremadura, aunque Junot o su dueño, el emperador, patalearan.

Aclarados los cometidos respectivos, los dos generales se rindieron honores, mantuvieron entre sí excelentes relaciones personales y pasaron a desarrollar sus misiones desde las mentadas residencias.

LA PRIMERA PROCLAMA

(Denuncia de la perfidia británica)

Vecinos y moradores de Entre Duero y Miño y Tras los Montes: No alteréis vuestra vida normal. Permaneced en calma, tranquilos, en la confianza de que el Ejército Español, que yo mando, respetará vuestras leyes, usos y costumbres. Tratadnos con sincera amistad, convencidos de nuestro valor y humanidad, y encontraréis la más exacta correspondencia. Yo os lo prometo y os lo juro en nombre de mi Rey y Señor, tan justo como benéfico. General de sus Armas, Justicia y Clemencia, seré fiel ejecutor de sus órdenes Soberanas. Todas ellas se encaminan a protegeros en la deplorable situación en que os encontráis por la ausencia de vuestro Soberano. A libraros de la pérfida dominación inglesa, de su política ambiciosa, que aparentando amistad es la del padrastro que os destruye. Tened por seguro que todas las providencias que se tomen irán encaminadas a mejorar vuestra suerte, a liberaros de la vergonzosa tutela del soberano inglés y a organizar vuestra vida política.

Llegó el tiempo de que conozcáis los verdaderos intereses de vuestra Patria y de que, uniendo vuestras voluntades a las nuestras, venguemos juntos los ultrajes que la ferocidad traidora de los ingleses ha llevado a todas las naciones de Europa. De que, impidiendo sus maquinaciones, gocéis de la protección que mi católico Monarca os ofrece.
Al margen del tono conciliador de la proclama, pronto llamará la atención su insistencia en que, además de asegurar la continuidad de la vida cotidiana, como gobernador general hacía votos porque la ocupación sirviera para limar las tensiones históricas existentes entre españoles y portugueses.

Dada la fama, bien ganada, de devastadores que tenían (y tienen) todos los Ejércitos de ocupación, tampoco dejó de sorprender este punto, con el que el virrey de Galicia precedía el capítulo de las inevitables amenazas:

Lo que os prometo será religiosamente cumplido. Os aseguro, bajo mi palabra, que todo soldado español que sea culpable de pillaje, o de cualquier otro delito, será castigado con todo el rigor de la Ley. Que cualquier natural o habitante del Reino de Portugal, que tenga parte en alguna conspiración o tumulto contra el Ejército Español, será arcabuceado. La Ciudad, Villa o Aldea donde se dispare un solo tiro contra la tropa española, entregará al delincuente, o será responsable del atentado. En ese sentido, se pronunciará la Justicia de su Jurisdicción o Feligresía, en cuyo territorio se mate a un integrante de la Milicia española, y además de esto, pagará el triple del valor en la contribución que le corresponda, tras tomar a cuatro vecinos como fiadores de esa paga.
Si puedo evitar la imposición de las penas referidas, tendré particular satisfacción.

La decisión de la Casa Real portuguesa de establecerse en su colonia americana de Brasil no tenía precedente en las Monarquías europeas. Tendrá enormes consecuencias. Retrato de Don Joao, yerno del rey de España

Según las informaciones que llegaron a nosotros, a través de quienes vivieron y estudiaron la época, la disciplina fue férrea y el orden público se mantuvo. Pero conviene recordar que, siendo tiempo de guerra y rigiendo el código militar en tierra y en los mares, la incidencia de la ocupación española en la vida cotidiana de los lugareños fue limitada.

Al ser el nuevo gobernador general del territorio un militar que ostentaba la máxima autoridad judicial y militar en sus dos demarcaciones, Taranco pudo mantener en todas las instancias intermedias a los jueces locales preexistentes.

Por el contrario de Junot, nunca hizo un uso agresivo de las enseñas de la Monarquía española en los edificios públicos. Tampoco, como era fama de los Ejércitos napoleónicos, expolió iglesias, ni se condujo bajo palio o entre bendiciones episcopales.

Tanto él como sus hombres (al igual que los hombres de Carrafa) pusieron especial cuidado en mezclarse con los lugareños en los ritos religiosos y festivos de la Navidad, Fin de Año, Año Nuevo y Reyes. Lejos de introducir propuestas reformadoras en ese ese aspecto, las fiestas del calendario católico se animaron con la imprevista presencia de cientos de soldados, familiares y personal de servicio, con sus cantos y músicas de lejanas tierras.

Obispo de Oporto: Antonio de São José de Castro

El propio obispo de Oporto, cuando comenzaron a detectarse públicamente enfrentamientos entre el general español, sus partidarios y los partidarios del general en jefe de la ocupación francesa, hizo un llamamiento a la calma, metiendo este reconocimiento expreso en su homilía de 19 de enero: “Ao general Taranco se deve a boa ordem e o socego da cidade, além do ensino que lhes dava com o exemplo das suas virtudes”.

En pocos días, Taranco recomendó a los poderes locales que formasen una Junta de Recaudación de Contribuciones, dada la nueva organización territorial.

Los ingresos hacendísticos quedarían circunscritos a la Lusitania Septentrional y centralizados en Oporto. Rompía así la antigua relación tributaria con Lisboa (es decir: con Junot y las fuerzas francesas de ocupación).

En orden a suministros, dado el simultáneo bloqueo marítimo de Gran Bretaña, España aportaría lo indispensable. Asunto éste de indudable alcance para su Capitanía gallega.

Carne, vestimenta, salazón… pasaron de Galicia en navíos de los comerciantes y trajinantes gallegos, armados en corso. Tuvieron éstos una presencia incomparable en Portugal y en la incipiente prensa comercial de los puertos atlánticos. Y no sólo por su presencia en Oporto. También se detecta su presencia en Lisboa, donde la colonia española (particularmene gallega), era mayor.

Cuestiones todas que confrontaban a Taranco con Junot. Cada día más incomunicado con el área galaico-portuguesa que dominaba el virrey de Galicia. Y receloso, con razón, de las conexiones per loca marítima que se estaban tejiendo con la población española de Lisboa y los cónsules. Mucho más gallegos de lo que sospechan los historiadores, portugueses y españoles.

Las guerras napoleónicas internacionalizaron algunos instrumentos musicales. La guitarra fue el símbolo de los Ejércitos españoles de ocupación. En el grabado inglés, una pareja de ocupantes interpreta un bolero.

LA HERENCIA DE AQUELLAS NAVIDADES

El general Taranco fue cumpliendo, pues, sus promesas.

Por el contrario de los abusos, pillajes y atrocidades que los portugueses detallan de la mayoría de las fuerzas francesas (también en ellas hubo excepciones), la ocupación de la Lusitana Septentrional no registra abusos dignos de mención.

No se pudo decir lo mismo de las tropas españolas que mandaba el trágico general Solano, marqués del Socorro. Más incisivo e imprudente, su alto mando fue cuestionado. Incluso por alguno de sus lugartenientes.

Sátira gráfica de una de las medidas más controvertidas e impopulares de Junot. Molesto con sus ladridos, ordenó la ejecución de los canes que merodeaban por las calles de Lisboa

Pero el mandato del Capitán General de Galicia en la Lusitania Septentrional fue muy breve…
Sólo llevaba en Oporto ¡44 días! cuando un “cólico violento” (calificativo de su pariente, el conde de Toreno) precipitó su muerte. La leyenda posterior se cimentó también por esta circunstancia, sumiendo el óbito en toda suerte de sospechas.

Ninguno de los militares que lo sucedieron disfrutaron de un prestigio tan sólido como el que disfrutara el difunto, si bien los españoles Domingo Belestá y Juan Carrafa, en condiciones cada vez más dramáticas, mantuvieron en la medida de lo que les fue posible su política conciliadora hasta el mes de abril. A pesar de los rotundos cambios que se produjeron en Portugal y en España en el intermedio.

Despues de abril de 1808, el mando superior pasó al general francés Quesnel, enviado expresamente por Junot (rey sin corona de todo Portugal desde el 1 de febrero), aprovechando el cáos que reinaba entonces en los Ejércitos españoles tras la detención de Godoy en Aranjuez (marzo), la abdicación de Carlos IV y la desdichada gestión de Fernando VII y su gobierno (marzo-abril).

Figuración del motín de Aranjuez (marzo, 1808

Contra lo que se afirma en las historias nacionales circulantes de los distintos países implicados, la génesis de los graves acontecimientos españoles y portugueses de 1808 se anticipa en los tres Ejércitos españoles de ocupación en Portugal. Como consecuencia del malestar, la génesis de la Triple Alianza (españoles, portugueses y británicos) también comienza en esta área atlántica mucho antes de lo que esas mismas historias reconocen.

En realidad, el salto de la pérfida dominación inglesa en Portugal, que da sentido a la primera proclama de Taranco, a la perfidia francesa en España (y Portugal), proclamada mucho más tarde en el Grito de unidad de Móstoles, como consecuencia del Dos de Mayo madrileño, puede retrotraerse en la Iberia Atlántica (sin el más mínimo forzamiento) a los últimos días de enero.

Curiosa y madrugadora versión británica de la perfidia francesa

En ese momento, se produjeron en Oporto dos acontecimientos sintomáticos, absolutamente inesperados: la “extraña” muerte del general Taranco y el formidable sepelio de quien era, además de virrey de Galicia, jefe de las tropas españolas de ocupación en la Lusitania Septentrional.

Fue la suya, pues, una manifestación de duelo cargada de sentido, avisadora de lo que iba a suceder con posterioridad; pero jamás fue analizada desde este punto de vista.

¿Quién era el general Taranco? ¿De dónde provenía? ¿Cómo pudo merecer una movilización funeraria que los testigos presenciales reconocen como lo nunca visto en la larga historia de la ciudad de Oporto?

    Próximas entregas:EL ENTIERRO DEL VIRREY, LO NUNCA VISTO

No hay comentarios:


WWW EL ABC DEL MAR MENOR