CITA DEL DIA

domingo, 28 de junio de 2009

El general Taranco: su Corte y Estado Mayor

José Antonio Durán
El 6 de junio de 1808 los Ejércitos españoles de ocupación y un segmento importante de la sociedad local, protagonizaron en Oporto la primera insurrección armada anti-napoleónica de Portugal.

Un día antes, a muchos kilómentros de distancia, Mariano Luis de Urquijo, talentudo ex ministro de Carlos IV, metido de lleno en irreversible proceso de afrancesamiento, sometía a “Su Majestad Imperial y Real”, Napoleón Bonaparte, emperador de Francia y rey de Italia, una serie de Reflexiones de marca.

Versaban acerca de asuntos cruciales y diversos, relacionados con España. No tienen desperdicio. Veamos ésta:

En España, todos los gobiernos están en manos de los militares, y militares sin instrucción, de donde resulta la necesidad de darles jueces letrados para que puedan consultarles. Este abuso entraña doble gasto y da lugar a un despotismo secundario. Su Majestad conoce mejor que nadie la necesidad de división de poderes. Yo no sé si se dice en la Constitución (la afrancesada de Bayona, primera de la Historia de España, en vísperas de proclamarse) que sólo las plazas fuertes tendrán gobernadores militares y que todos los gobiernos de provincias serán civiles.

DEL DESPOTISMO CONTEMPORÁNEO

(Los Poderes del Estado)

Mariano Luis de Urquijo

La lucha por la primacía del poder civil y la separación de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) del Estado empezaba a plantearse en España, Portugal y Bayona (Francia). No era una lucha menor. Ni siquiera hoy, doscientos años más tarde (2009), se ha culminado ese proceso de manera satisfactoria.

Del rey abajo, el dominio de la situación por parte de los altos funcionarios (militares) era entonces absoluto. Doscientos años más tarde los militares (tras la caída de las Dictaduras de Franco y Oliveira Salazar) han perdido poder político en la vieja Iberia; pero lo mantienen los funcionarios, omnipresentes en los partidos, en la clase político-burocrática y, por ende, en todos los Gobiernos. A pesar de ello, no sólo dependen éstos gobernantes del criterio de jueces letrados (como los virreyes de antaño, que también presidían las Audiencias Reales), se rodean de una legión de consejeros, funcionarios la mayoría.


Cierto: esos poderosos funcionarios-políticos no lucen hoy uniforme, como los militares, los clérigos, los golillas o los académicos de antaño; pero aún lo calzan en fastos y ceremoniales. Aunque vistan ropaje común, distan mucho de formar parte de la Sociedad del mismo modo que los demás ciudadanos, paganos del costosísimo andamiaje. Para más, se cuelan (en número incomparable al proporcional que representan) en la Sociedad representada, la única que debe llamarse con propiedad sociedad civil, por lo que tampoco ésta puede confundirse con la Sociedad.

Así pues, el dominio de todos los poderes (fácticos y electivos) del Estado por parte de empleados públicos y funcionarios vitalicios del propio Estado, tantas veces casados entre sí (dado el nuevo papel -lógico, pero inexistente hace 200 años- de las funcionarias-políticas), su íntima conexión con los partidos, unido al despotismo gubernamental (predominio incomparable del poder ejecutivo sobre los demás poderes del Estado), convierte esta cuestión en angular. Incluso en las democracias formales, condenadas –si no existen contrapoderes y controles reales de semejante bloque de poder corporativo- a comportarse como auténticas dictaduras electivas, al servicio de una minoría burocrática omnidominante…

Reflejo del poderío del Capitán General en el Reino de Galicia,el palacio coruñés (en el grabado) era, además de su residencia oficial, sede de la Real Audiencia. Todo ese poder fue desplazado a Oporto e instalado en la Casa da Feitorí


MANUEL FRANCISCO TARANCO DE LLANO

(Retrato de un desconocido)

Manuel Francisco Taranco de Llano no era excepción a la regla general, sentada por Urquijo. En Galicia actuó como virrey al contar con el poder político, judicial y militar. Todo en uno. Un poderío al que nunca quiso renunciar como gobernador de la Lusitania Septentrional, a pesar de los reiterados intentos de Junot por limitar su fuero, para ponerlo a su servicio y al del emperador de Francia.

Sin embargo, siendo cierto lo que escribió Urquijo, no se puede decir de Taranco que (por estar falto de formación jurídica) estuviera falto “de instrucción”.

Distaba mucho de ser un incompetente. Era un hombre experimentado, con idiomas y cultura internacional. Había curtido en un campo de experiencias personales que para sí quisieran la mayoría de los gobernantes-burócratas de nuestro tiempo.

Taranco no era excepción a la regla general, sentada por Urquijo. En Galicia y en Oporto actuó como virrey al contar con todo el poder político, judicial y militar.

Ingeniero militar, tenía buena formación básica de corte científico y matemático y larga experiencia diplomática y gubernativa; pero era, sobre todo, un militar profesional. Con prestigio y orgulloso de serlo.

Dadas sus circuntancias y antecedentes, no puede extrañar la predilección que sentía por él Manuel Godoy (“esforzado coronel y amigo mío de toda la vida”, escribe en sus Memorias, a propósito de su comportamiento en las lejanas guerras del Rosellón y Cataluña, 1793-1795). Tampoco sorprenderá el orgullo con que su lejano pariente, el conde de Toreno, recoge los elogios portugueses a su gestión, “modelo de prudencia y cordura”, previdente e moderada.

El general Taranco en una figuración de Xosé Comoxo (2009)

Hasta la figuración adjunta, realizada por Xosé Comoxo (2009), no disponíamos de ninguna imagen que nos diera cierta idea gráfica, real o imaginaria, del personaje.

Nacido en los años cuarenta del siglo XVIII en una casa grande de la pequeña nobleza burgalesa y vizcaína (su familia ostentaba el señorío de Zaratamo en el momento de morir), Taranco –el “esforzado” de Godoy- se fue haciendo a sí mismo, despegado de la tutela del mayorazgo. Y esa es una novedad que empezaba a ser bastante normal en el Ejército regular español. Incluso en militares de su edad y de su rango. Una evolución que aún se percibe con más claridad en las escalas sucesivas, caso de sus colaboradores más próximos, trasplantados de Coruña a Oporto.

Como los generales de su edad, Taranco se benefició desde la primera juventud de la experiencia que ofrecía a los funcionarios militares el dilatado imperio colonial.

En América, en la primera madurez, al formar parte del Ejército de una España que dio apoyo a la independencia de los Estados Unidos, tuvo madrugadora experiencia del proceso revolucionario norteamericano.

Aprendió, en aquel lejano entonces, a relativizar la importancia incuestionable, pero diferente, de la Revolución Francesa.

A su regreso de América, la familia de su madre (que era de relieve) aprovechó las excelentes condiciones del joven. Lo hizo, sobre todo, en dos aspectos, directamente relacionados con esta historia.

Escudo de Zaratamo, señorío de los Taranco

El futuro marqués de Llano lo llevó como agregado a la Embajada de Viena (1785). Se inició así en la vida diplomática, sin descuidar la formación militar. Con su influencia, Taranco pudo seguir de cerca la lucha de rusos y turcos, el mismo año de la Revolución Francesa (1789). En Oporto, lucía con orgullo la insignia de la Orden Militar de San Jorge de Rusia, creada por Catalina la Grande para distinguir el valor.

Como ingeniero militar, interesado en la industria armamentística, otro pariente próximo de su madre, el ministro Antonio Valdés y Bazán (figura eminente de la Marina e insurgente anti-napoleónico de primera hora) contó con su colaboración profesional en los intentos de modernizar las fuentes de energía de la Real Fábrica de Artillería de La Cavada. Fue Taranco quien conectó la Fábrica con Wolfgang de Mucha, el célebre ingeniero militar austríaco. Una experiencia, por cierto, que había de aprovechar en Galicia otra figura trágica de los acontecimientos peninsulares: el marqués de Sargadelos.

En el mismo contexto sobresale una nueva conexión familiar reveladora: el parentesco con los Queipo de Llano de Asturias, Galicia, León y Santander. El obispo de Santander (Rafael Tomás Menéndez de Luarca y Queipo de Llano), figura destacada –junto al de Orense- de la más temprana oposición ideológica a la Revolución Francesa y al bonapartismo, formaba parte de esta rama. También el citado José María Queipo de Llano, conde de Toreno. Como los marqueses de Campo Sagrado, estos parientes no fueron comparsas. Son auténticos protagonistas de la primera insurgencia anti-napoleónica de la Iberia Atlántica…

Una representación norteamericana de la batalla de Pensacola (Florida, EE.UU, 1781), donde estuvo Taranco.

EL EJÉRCITO REGULAR ESPAÑOL

(Los profesionales)

Joaquín Blake, futuro capitán general de los Ejércitos del Reino de Galicia, será uno de los primeros regentes de una España sin rey

Taranco ascendió a teniente general en la misma hornada que Juan Carrafa y Francisco Solano, marqués del Socorro (1802), los otros mandos máximos de la ocupación franco-española de Portugal.

De los tres, sólo Taranco murió (como veremos) reconocido y honrado por españoles y portugueses; pero no por Junot, ni por el Emperador de Francia. Carrafa se vió duramente cuestionado durante años y Solano fue asesinado. De los mismos, sólo el trágico marqués del Socorro lucía título de nobleza (con Grandeza de España). En realidad, de los 21 militares que alcanzaron tal nivel en ese año, sólo 5 lucían título en 1808, siendo dos ellos de máxima relevancia posterior, al formar parte de la disidencia aristocrática de Godoy y del consejo privado del futuro Fernando VII (fernandistas de máximo rango, por tanto): los duques de San Carlos e Infantado. El general Castaños, otra figura destacada de la insurgencia anti-napoleónica y de las guerras peninsulares, no recibirá su título de duque de Bailén hasta 1832…

Para Taranco, pues, como para Castaños y para la mayoría de esos novísimos generales de la era Godoy, la ausencia de títulos resaltaba la profesionalidad militar. Era su orgullo y un motivo de tensión con la Alta Nobleza. La clave de su poderío y su principal fuente de ingresos. Otra nota de distinción que también caracterizaba a los integrantes más destacados de la cúpula de mando que la Capitanía de Galicia desplazó a Oporto. Un Estado Mayor auténtico, antes de que Joaquín Blake (que era uno de sus mariscales más innovadores) creara este cuerpo en el Ejército español.

Domingo Belestá, Antonio Alcedo, Joaquín Blake, Gabriel de Méndizábal, Nicolás Mahy… o su edecán, que era marqués de Santa Cruz de Ribadulla, ya eran militares de relieve; pero han de jugar papeles de enorme importancia en la vida gallega y española de los años de guerra. Compusieron una corte político-militar de lujo. Dan idea –al propio tiempo- de la importancia estratégica de la Capitanía gallega. Sobre todo si se recuerda que el marqués de La Romana habia llevado con anterioridad, en su legendaria expedición napoleónica a los Mares del Norte, otros regimientos de élite, radicados en Galicia, bajo el mando de quienes serían a la postre sus lugartenientes: el trágico Joaquín Miranda, conde de San Román o Joaquín Moscoso…

Los Valdés y Bazán y los Queipo de Llano eran parientes de Taranco. Fueron insurgentes anti-napoleónicos de primera hora. A la izquierda, Antonio Valdés, destacado ex ministro de Marina, luciendo la cruz de la Orden Militar de Malta. A la derecha, Wolfgang de Mucha (1758-1826)

Así pues, los 44 días de Gobierno de Francisco Taranco en la Lusitania Septentrional no pueden separarse de estos antecedentes y, sobre todo, de los cuatro años de gestión al frente de la Capitanía del Reino de Galicia (1803-1807).

Integrantes del legendario Regimiento de Infantería de la Princesa, desplazado desde Pontevedra a los Mares del Norte, bajo el mando del trágico conde de San Román. Acuarela de Christoph Shur, grabado por su hermano Cornelius

ACCIÓN CULTURAL

(Entre Coruña y Oporto)

La fama del general Taranco corrió más que su Ejército. Fue la mejor tarjeta de presentación del nuevo gobernador general de la Lusitania Septentrional.

Los cónsules radicados en Coruña operaron el prodigio. Pasaron la información a sus correspondientes en Oporto, creando una expectación nunca defraudada en militares, clérigos, comerciantes, industriales y gentes de cultura.

La experiencia de Gobierno del virrey había sido dilatada. Como militar y como ingeniero, dejó señales de su paso por el Ampurdán, en la guerra contra Francia. Fue, años más tarde, gobernador militar en Lérida y Gerona. De entonces procedía su relación profesional y amistosa de media vida con quien estaba llamado a ser su lugarteniente y uno de los continuadores de su política portuguesa: Domingo Belestá, incorporado a su Capitanía en 1807 como inspector de fortificaciones.

Ingeniero militar, director de la Real Academia de Matemáticas de Barcelona, Belestá sera uno de los protagonistas más destacados de la insurrección de Oporto, al responsabilizarse de la acción arnada del 6 de junio de 1808…

Vista de Gerona
Taranco había llegado de Vizcaya a Coruña en 1803. Potenció desde el primer momento las aficiones científico-matemáticas pre-existentes entre sus colaboradores más próximos.
Francisco Javier Balmis embarcó en Coruña para su famosa expedicción americana, en la corbeta María Pita

No tenemos por casual que la famosa expedición Balmis, de resonancia internacional, con la vacuna contra la viruela como punta de lanza, partiera del puerto coruñés hacia América en la corbeta María Pita, patrocinada por Carlos IV, a los pocos meses de su llegada. La instalación de la primera imprenta estable de la ciudad, la dotación de la cátedra de matemáticas y dibujo en la Escuela de Náutica y la apertura (con felicitación pública de Godoy) de la Biblioteca del Consulado del Mar, fueron otras tantas innovaciones de alcance histórico. Significativas y perdurables.

El Consulado vivió con Taranco y sus colaboradores una de las fases de mayor brillo. No es raro, pues, que fueran los cónsules, radicados en Coruña, los primeros que hicieron notar a sus correspondientes de Oporto y Lisboa la relevancia intelectual y política del capitán general y la alta cualificación profesional y cultural de sus acompañantes.

Sin conocer cuanto va dicho y sin sugerir la importancia de esa corte que Taranco fue convocando en la Casa da Feitoría sería difícil de entender el alcance de su política y sobre todo el impacto extraordinario que produjo su muerte. Un acontecimiento al que prestaremos toda la atención analítica que merece en la última entrega de este episodio.

Este gracioso diseño coloreado de tipos populares gallegos, datado en 1807, ayuda a identificar la nueva estética internacional, tal como se practicaba en la flamante Escuela de Dibujo coruñesa en tiempos de Taranco. Pudiera ser obra de su amigo, Charles Fourcroy, cónsul de Francia en la ciudad.

    Próxima entrega:EL ENTIERRO DEL VIRREY, LO NUNCA VISTO

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